Artistas escobarenses
Eduardo Noé, mítica y desasosiego
En algún baúl antiguo, Eduardo Noé, guarda sus textos más poéticos. El arca de Noé.
La vanguardia juega un papel fundamental en la poética de Noé. Y no se trata de una postura estilística sino de una forma sutil de buscar entre las calles del pueblo una mitología ante tanto desasosiego. La Panamericana, el Chevallier, el guarda-rail, los autos, los motores, las arterias de la ciudad se juntan con la pampa húmeda, el alambre de púas, las casas bajas, un gaucho o un caballo.
Dice en su libro “La convicción del insecto”:
El gordo, en la banquina, patea cascaras de sandías.
Un pibe disfrazado de Batman, guarda cascarudos en una caja.
El tipo pide tres deseos:
Salud, cambiar el auto,
Y llegar a tener un criadero de chanchos.
Un gaucho viejo duerme en un Farlain negro.
El gomero acogota una cámara bajo el agua.
Los caballos pastan, entre maquinas oxidadas.
El ingeniero se recuesta en la parada del Chevallier,
Y me dice que va a poner un criadero de ñanduces
Para exportar plumeros a Europa.
La ruta brilla, como una cinta de acero.
El camión se arrastra,
Transpira humo.
Aplasta el puente, y escapa.
Atropellando perros por la Panamericana.
Una catarata de imágenes extrañas y reconocibles marcan las percepciones. Esa amalgama de ciudad, campo y pueblo busca una forma mítica aunque no se endulza en sus personajes sino que pone el foco a personajes increíbles en un contexto desasosegado. Las ideas más locas se suben a un coche fúnebre para llegar a la poesía de Noé. Ante esa angustia de paisaje infinito, desolado o abandonado surgen unos protagonistas disparatados que buscan amor, aventuras, dinero o, simplemente, derrotar la chatura, arquitectónica y cultural, de su pueblo, Escobar.
Otro poema del mismo libro, dice:
Lloverán llaves
Y abriremos las puertas a baldazos.
Metáforas, sinestesias, imágenes sensoriales y personajes fabulosos habitan los poemas de Noé, recordando un pueblo que ya no existe o nunca existió.
Txt: Cristián Trouvé