Cultura

Ciclo de Recitales Poéticos: Sofía Moras & Esteban Abregú

Ayer, jueves 6 de mayo, se llevó a cabo una nueva edición del Ciclo de Recitales Poéticos, a través de la plataforma Zoom, organizado por la Secretaría de Cultura de Escobar, con muy buena convocatoria y participación. Los dos protagonistas (Esteban Abregú y Sofía Moras) se entrevistaron con Martín Pozzo. Extractamos algunas palabras que pronunciaron dichos escritores:
Esteban “Falucho” Abregú refirió: “Desde la escuela, me llamó la atención Horacio Quiroga, la literatura es parte de mi día a día, y en especial el texto histórico en el que se ubica”.
“Siempre elijo la historia, soy muy obsesivo de ella”. “Me inspiró mucho Sobre héroes y tumbas de Sábato, lo leí en el contexto de la tragedia de Cromañón”.
También agregó: “En el Poema Conjetural, Jorge Luis Borges recrea una situación histórica y lo lleva al género poético”.
En otro momento, comentó: “Hay una frase por acá que dice: Todos los caminos conducen a Savio. Savio es pueblo”.
Al referirse al sitio histórico Apeadero km 48, expresó: “fue un rescatar las memorias de muchos vecinos sobre la localidad. El proyecto del señalamiento del poste telegráfico que dio lugar a la estación de trenes de Savio redundó en una ganancia para la batalla cultural por la identidad histórica”.
Mientras que Sofía Moras afirmaba:
“Mi entrada a la literatura fue a través de mi madre que es profe de literatura, hice la licenciatura en letras, y todo lo relacionado al contacto con los otros, también es un refugio y, en definitiva, es lo que da sentido a mi vida”.
“En la literatura siento mucha libertad y es más irreverente que el periodismo donde hay que seguir una ilación lógica y hay un compromiso con los entrevistados y los lectores”.
“Muchas veces las letras hablaron de escenarios que, a posteriori, ocurrieron”.
“La poesía puede ir por el camino del intelecto o por el camino de lo intuitivo”.
“Después de terminar la carrera, me sentí muy representada en la poesía argentina contemporánea, encontré un mundo que me impactó”.
Como dijo Girondo: “Soy un cocktail de personalidades”.
En el momento en el que les pidió compartieran algún texto de su producción: Esteban Abregú compartió una semblanza sobre el periodista, escritor y músico Carlos del García y su participación en diversas organizaciones de la sociedad civil. Carlos Del García escribió dos libros. Abregú recitó La estación, de dicho poeta y Ciudad de Escobar.
Por su parte, Sofía Moras recitó el poema inédito: “Las perras saben parir” y el poema 1, del capítulo “En remojo” del mismo libro.

El Micrófono abierto dio lugar a la participación y se llenó de voces el recital poético. Con una variada temática y heterogeneidad de lectores y lecturas, abrió Gustavo Issetta que leyó La banda de los Gaytán, de su libro inédito Detrás de la historia de Escobar. Por su parte, Ruben Lettieri recitó Somos tan insignificantes. Luego, Pablo Villalba recitó un poema inédito titulado “Por última vez”. De inmediato, le tocó el turno a Vicky Baldi que recitó el poema “Usurero”. Zulema Petrucci recitó el poema Tablero de Ajedrez. José Ignacio Díaz Puerta leyó un fragmento de su novela “En el hábitat de la fauna cotidiana”. Stella Navedo recitó dos poemas breves. Arantza Meynet leyó aforismos de Nietzche. Pablo Fotógrafo leyó dos textos sin título y cerró el jueves poético Federico Bianco con la lectura de su relato: “Riesgo cuando escribo riesgo”.

Txt: Cristián Trouvé

Texto de Federico Bianco leído en la jornada de ayer de Recitales Poéticos
Riesgo cuando escribo riesgo

Una persona no dice, y camina sigilosa, casi entrujadamente por una plaza atiborrada de gente, pasando entre los huecos de ese ajedrez superpoblado de peones que se vuelve el mundo cuando anda de malas. Se esconde, o eso al menos afirma una señora, pañuelo reglamentario en la cabeza, cojera de máquina abollada, cumpliendo con todas las normas para volverse viejo y morirle cómodamente a una parca con demasiado trabajo. El señor, la persona que ya delaté masculina, camina talvez pensando esto que yo pensé acerca de la señora empacada en el pañuelo, nadie lo sabe, nadie sabe porque camina tan ominosamente y yo no soy la excepción, la omnisciencia nunca fue mi fuerte. Solo lo veo, como un dios aburrido, como una persona demasiado alta pero común, como alguien en un ascensor podría ver a esta persona que camina escrupulosamente misteriosa, rotando la cabeza hacia todos lados como un ave prehistórica, cortando con la guadaña de la vista las miradas que lo observan intentar desaparecer, y justamente por esto, aparecer fulgurantemente como una estrella desnuda y pudorosa. ¿Querrá desaparecer?, me pregunto ¿Será ese su objetivo?. Soy una vergüenza como relator. Soy un Dios con d minúscula, una figura de barro con ojos encumbrados. La señora piel de pañuelo ha de haber muerto ya. Yo lo deseé así, pero mis mandatos son mancos, no puedo actuar sobre nadie. Este mundo cuadrado que yo creé, esta plaza hormigueada de gente de cara rasa, gente repetida y fotocopiada, este mundo que yo quise así de pequeño tiene su pié sobre mi boca.
La persona sigue escondiéndose en un paso nervioso y evidente. A mí me cae bien. Sin embargo en mi contra la mayoría de la gente, redundantemente insignificante, da vuelta para verlo enojosamente, su estupidez y estereotipo me resulta ofensivo. Déjenlo desaparecer al pobre hombre si eso es lo que quiere!. Me darían ganas de bajar una mano del texto y pegarles a cada uno con mi dedo encolumnado y enorme y colgarlos de las antenas del aire, dejar al pobre tipo solo para que desaparezca tranquilo. Pero no puedo, solo puedo mirar como estos peones, los corderos todavía con cabeza en este escrito, solo puedo mirar como no dejan de mirar al tipo que comienza a ser rodeado por un círculo de gente que solo se distingue por el color de sus gabardinas, y lo circundan y giran a su alrededor como aquelarre al caldero, como una sierra circular que se vuelve contra su propio eje, como se acercan al pobre hombre que ya no puede dar un paso (no quiero, hago fuerza por intervenir pero no sirve, me entristezco), se aproximan, el tipo se desespera, se avecinan bruscamente y se lo tragan entre todos como el mar a una isla pequeña, (lloro, empiezo a caminar de un lado a otro temblorosamente, trato de meterme a tirar codazos entre la multitud), veo como la turba de bisontes bípedos se amuchan sobre el hombre que va desapareciendo por fin bajo los mil pies del animal compartido y lloro, me doy cuenta que no puedo ser relator, que no tengo fuerza ni autoridad, que no puedo entablar ninguna orden ni ser ni una pequeña sucursal de dios, que el personaje que yo apadriné muere pero desde antes de la muerte, deja de acaparar la atención en el texto para dar lugar a mis opiniones y sentimientos acerca de él, para darme lugar a mí, me doy cuenta que dejo de mirar desde arriba y camino entre una muchedumbre sin rostro con paso nervioso.

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