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Memoria, Verdad y Justicia, consignas inclaudicables

El 8 de diciembre de 1977, un grupo de familiares de desaparecidos fueron secuestrados a la salida de una reunión en la Iglesia de la Santa Cruz, en la Ciudad de Buenos Aires.
Entre las secuestradas estaba Azucena Villaflor de Vicenti, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, aquellas valientes mujeres que dieron lecciones de humanidad, fortaleza y coraje al enfrentarse a la maquinaria del Terrorismo de Estado instaurado en la Argentina a partir del Golpe Cívico Militar perpetrado el 24 de marzo de 1976.
Otra de las secuestradas ese día era Alice Domon, una monja francesa que pertenecía a las Monjas de las Misiones Extranjeras, una mujer dedicada a la difusión de los profundos y verdadero valores cristianos basados en la máxima ley de amor al prójimo.
Según algunos registros, mientras se las llevaban los integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2 de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio que dependía directamente del Almirante Emilio Massera, miembro de la Junta Militar; Alice y Azucena pedían por un joven que se encontraba con ellas, un tal Gustavo Niño que buscaba a su hermano desaparecido y que se había sumado al grupo de familiares de la Santa Cruz unos meses antes. Una vez en la ESMA, volvieron a pedir por este joven.
Nunca supieron Alice y Azucena, tanto como la monja Leónie Duquet secuestrada el 10 de diciembre, que Gustavo Niño, en realidad, no existía y que ese nombre escondía al entonces Teniente de Fragata Alfredo Astiz, miembro del mismo Grupo de Tareas que las había secuestrado y que les daría muerte arrojándolas desde un avión unos días más tarde, en uno de los Vuelos de la Muerte, no si antes torturarlas y obligarlas a sacarse fotos simulando haber sido secuestradas por la organización Montoneros. Astiz se había infiltrado en el grupo de Familiares, los había espiado y fue parte crucial en el secuestro y posterior desaparición.
Se trata de un represor juzgado y reclamado por Francia y Suecia, condenado en Argentina gracias al impulso a los Juicios por la Verdad durante los últimos 15 años, especialmente del 2003 al 2015. Hoy aparece en una lista de condenados por crímenes de lesa humanidad que podrían irse a sus domicilios.
Este criminal dijo en alguna entrevista que su última guerra era el “silencio”, ese intento por borrar el recuerdo. Nada queda por decir de su participación en la Guerra de Malvinas donde rindió y entregó su posición en Georgias del Sur sin siquiera resistir a los británicos.
Los cuerpos de Alice, Leónie y Azucena fueron encontrados e identificados tres décadas después; pese al intento de borrarlas de nuestra memoria, sus nombres brillan con la luz de su corajudo amor. La Memoria nos ilumina y la Historia nos permite conocer qué pasó, la Verdad. Es tarea del presente hacer Justicia.

                                                                                                                                             Ignacio D’Asero
(Profesor en Historia. Especialista en Gestión Educativa. Director en Nivel Secundario y como docente en Formación Docente y Formación Continua en Escobar)

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